Las flores se van a secar…
la ropa pronto olerá mal..
El polvo se sigue acumulando
en su pequeña y eternizada habitación,
las fotos se continúan debilitando
por la humedad del futuro
invierno…
Las velas se consumen como las ansias de su corazón,
un amasijo de huesos y sangre
se retuerce entre las
sombras de la tarde,
todo se va oscureciendo…
Todo debería ser radiante sobre esa cama
pero sólo siente la podredumbre del día,
los gritos asustados de las muchedumbres enloquecidas
que
se lanzan al vacío de una vida,
las ilusiones quebradas…
(no hay nada más allá de uno
mismo)
Incluso poner los pies en el suelo le supone una agonía…
Comer es impensable…
El polvo de los cristales oculta la lenta muerte de los
árboles,
el otoño acabará con ellos y quizás también con él…
Asesinará la inmunda cárcel
donde desapareció con sus
temores y sus fracasos,
con sus esperanzas y sus sueños, ahora, olvidados.
Las arañas desean vivir entre sus negros cabellos,
Será porque su mirada parece tan débil
tras noches sin
dormir y días sin vivir…
Cualquiera lo confundiría con un muerto
en su jardín de fantasmas y quejidos.
Y su mundo se sigue oscureciendo,
su tiempo agotando sin consuelo,
ya sólo sabe pensar en el miedo ante la siguiente hora,
en el dolor ante otra semana tan enfermiza como la
anterior…
Nadie piensa en él o no quiere escuchar las miradas,
y la tarde se despoja de la luz…
Las hojas se silencian como hizo él hace décadas,
y sólo queda una pared blanca y una mente abrupta y
desolada.
Debería endulzar este horror con vino y con suicidios.
Jesús Rodríguez
Heidelberg, 27-10-2011
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