miércoles, 21 de enero de 2009

Poema del gran Arthur Host

Pertenezco al gremio de los inadaptados
y no por bondad o maldad ni por falta de recursos sino de vocación
para lo simple y feliz; tal vez una excesiva memoria
o la carencia absoluta de ella son la causa o el azar de mi estado.
En todo caso, una memoria demencial
de más allá de lo simple y feliz,
y para la que la ingenuidad es imposible e indeseable.
Estarán en lo cierto, seguro, siempre lo estarán,
y todo son mis complejos y miedos.
¡Qué cruel! Mi temor más hondo y antiguo
ya se cumplió cuando el capricho mezquino de algún humano me nació,
y nada he reprochado a nadie, sólo a mí, y contra mí mismo
he vuelto siempre mi veneno...¡qué cruel!, ya te digo.
¡Sin embargo, sólo esta maquiavélica broma, esta feroz bufonada,
justifica todo el Universo y mi risa!.
Esto lo escribo contigo, niña de fuego y agua,
y sólo para tí y para mí, princesa pequeña gigante de aire,
porque sé que me entiendes y lloramos juntos
cuando llega el aullido que desgarra ese espectro
de la libertad con que nos llama la tierra que odiamos.
¡Qué cruel e implacable como la tierra se nos ensaña!
¡Nunca tierra, nunca piedra!.
Niña Luna, tú sabes que ahora quiero llorar todas las estrellas
y dejar mi arrasado pecho como ese cielo despoblado,
y que no lo hago para que mi pena y angustia
sean sólo literatura como sólo un cuadro el grito dibujado.
No me ahogo ahora sobre tu pecho
anegado de tu miserable luna, de todas las estrellas y todos los soles,
para que tú y yo podamos ser por unos momentos sólo una metáfora
más de esa larga y mentirosa cadena sin comienzo
de la Historia y los Ancestros que empezó cuando un simio enfermo
derramó, asesino del silencio y la nada, la primera lágrima.
No quiero llorar ahora contigo, ni que tú lo hagas ahora,
ahora, en sonriente complicidad, el silencio y la nada.

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